LA ARDILLITA BURLONA
LA ARDILLITA BURLONA.
Atonaltzin.
(Penúltimo Rey Mixteco, último sol o el sol más pequeño)
En cuanto llegué a la «Hacienda de las Orquídeas» del poblado de Nicán del estado de Oaxaca, vinieron corriendo a mi encuentro tres cariñosos perros, los trinos de decenas de pájaros y el murmullo de las casuarinas. Coloqué mi maleta sobre una mesita empolvada que estaba en el corredor del lado poniente de la vivienda; saludé tres veces pero nadie contestó, toqué las seis puertas principales pero tampoco tuve respuesta, sin duda, no había nadie en casa; en cambio los perros, no cesaban de brincar y lamerme de alegría, al mismo tiempo que se arrebataban la palabra diciendo y haciendo manifestaciones afectivas de bienvenida muy evidentes; después de pasada su euforia, los perros se quedaron plácidamente tendidos bajo los inclinados rayos del sol de la mañana.
Antes de desempacar mi maleta, me serví un vaso de agua potable de la llave más cercana , seleccioné mi equipo para podar y me interné bajo las ramas de las casuarinas, mismas que desde hace aproximadamente tres lustros han mantenido una lucha constante contra la vecina variedad de árboles, tratando de ser las únicas en copar el amplio patio de una humilde casita donde sólo viven dos tiernos viejecitos, visitados regularmente todas las noches por los nocturnos y bohemios roedores, que osan salir a filosofar sobre cuestiones domésticas muy sesudas con respecto a la vida y la muerte y que algunas veces son abruptamente interrumpidos por falsas alarmas que bien pueden proceder del bisbiseo de las hojas, o por alguna sombra móvil dibujada por la intrusa luz de la luna que gracias al viento logra atravesar la densa copa de los árboles.
Realicé un recorrido por el jardín observando los contrastes de colores de los árboles, plantas y flores; caminaba impávido bajo las ramas de los árboles aun con el riesgo de poder incomodar a alguno de los temidos escorpiones que habitan en ellas, los cuales, no conformes con su mimetismo, siempre simulan estar dormidos.
¡De pronto! una hermosa orquídea llena de expresión, simbolismo y aroma hizo que mi pensamiento retrocediera en el tiempo, recordando inmediatamente una vivencia muy singular (un ramo de orquídeas bellísimo que me obsequiaron en Cuba) y que tal vez por la moderna teologización material de la sociedad actual, las manifestaciones simbólicas las olvidamos fácilmente, aunque aveces, gracias a una simple correlación de sucesos, la memoria aún puede resistir la embestida del iluso olvido.
Llevaba aproximadamente dos horas y media caminando y rozándome con las ramas de los árboles frutales, cortando una y otra rama que veía desalineada o plagada. Posteriormente, me dirigí al río en busca de la sombra más húmeda donde poder disfrutar las notas musicales del viento, de la cascada, el crujir de las ramas y el silencio. Me senté sobre el casco y los guantes para amortiguar la excesiva humedad del suelo. Empezaba a entender la dialéctica de la naturaleza cuando de pronto me sorprendió un ruido extraño!, volteé inmediatamente y descubrí que una Ardillita venía jugueteando entre las ramas de los aguacates con dirección hacia mí, se detuvo a una distancia inusual como si no tuviera temor de nada e inmediatamente me saludó.
-¡Hola Atonaltzin*! ¿No te molesta mi immprudencia?-¡Oh! no, porque me iba a molestar -contesté-.
-Disculpa lo intrusa pero me interesa saaber, ¿por qué estas tan pensativo?-Sólo estoy escuchando a la naturaleza -respondí con cierta indiferencia-.
-Ah vaya -exclamó-, eso te obliga a ser conmigo más tolerante... ¿no es verdad? Preguntó desafiante con sus ojitos brillantes y bailarines bien abiertos-.
-¡Vamos, pero dime!, ¿cómo es que conocees hasta mi nombre? -le pregunté-.
La Ardillita se quedó pensativa y luego aclaro un poco apenada.
-Precisamente, porque aún no te conozco muy bien no sé porque estas tan pensativo; esa causa me interesa, el saber tu nombre para mi es lo de menos y sin importancia, dado que siempre me he imaginado que ustedes sólo tienen distintos nombres pero en esencia son iguales, actúan en forma bestial contra la naturaleza.
-Ardillita, creo que estás...
-¡Atonaltzin!, disculpa que te interrumppa, pero hoy no pretendo discutirlo. Solo quiero saber, por qué estas tan pensativo. -Dijo en tono muy conciliador y sin gesticulaciones de molestia.
-Tal vez por las amargas experiencias dee la vida -le dije-.
-¿Pero acaso no es normal para todos loss hombres, tener experiencias amargas?-Es probable Ardillita, pero no estoy convencido que para todos deban de ser tan amargas...
-No seas tan pesimista, recuerda que lass experiencias son en su mayoría para los hombres, amargas y dolorosas y cada uno tiene que padecerlas en carne propia, por lo que no se puede salvar a nadie de ellas.
-¿Se puede saber Ardillita, de donde saccas esas conclusiones?-De la vida Atonaltzin; de la vida natural; de la vida con la naturaleza y de la naturaleza de la vida.
-¿Esto quiere decir que ustedes ya no tiienen que hacer nada?-¡Exacto!, como tener que hacer no, como tener que padecer tampoco y en cierta forma, nosotros sí estamos librados de las contrariedades de la vida social en particular, al no tener la manía de inmortalizar costumbres absurdas e inventar mitos y dogmas que nos hagan más miserables y enanos.
-Pero entonces ustedes, ¿tampoco tienen vivencias?-Las tenemos, pero a nosotros no nos salen al encuentro como algo fortuito y ajeno a nuestro propósito. Para decírtelo con mayor humildad, nuestras vivencias y reproducción tienen un carácter auténtico de armonía con la naturaleza; donde la manipulación religiosa y sus códigos morales, serían ridículos e ingenuos ante nuestros principios éticos; y, aunque no me creas, aveces también pensamos qué hacer por ustedes.
-¿Puedo entender entonces que para usteddes, no tienen ninguna importancia las experiencias o las vivencias como procesos aislados, puesto que todo se cumple con cabal armonía?-Para polemizar lo menos posible podría decirte que sí, pero antes quiero aclarar la diferencia entre experiencia y vivencia que no necesariamente son lo mismo y que para ustedes son tan importantes, sin saber muchas veces de lo que se trata o lo que se busca. La vivencia pues, descansa totalmente en sí misma y no se vuelca al exterior, de modo que, al final sólo queda el recuerdo de ella; las experiencias al contrario, les deberían provocar un cambio permanente, sin embargo, pocas veces son asimiladas como enseñanzas o en el peor de los casos, muchos de ustedes sólo lo hacen por puro accidente, como subproducto, fomentando en cierta forma la cultura del rebote.
-¿Debo entender entonces que para enriquuecer mi vida cotidiana no vasta con la presión de ciertas experiencias que me salen al encuentro un tanto arbitrariamente, sino que debo buscarlas, aun cuando éstas puedan ser amargas y dolorosas? -Por supuesto que a veces pueden ser amargas y dolorosas, pero por el saber desde la libertad bien vale la pena el riesgo, siempre y cuando, el saber se asuma como comprensión y reflexión fundamental en su relación con el mundo, con los otros y consigo mismos desde el lugar que ocupa el hombre en la naturaleza y en la historia.
-Ahora que entiendo perfectamente lo quee significa una experiencia, ¿cómo puedo tomar en serio tus sabias aseveraciones, cuando tú misma me has afirmado que la experiencia es una forma de aprendizaje ah que el hombre es forzado por los acontecimientos?-¡Oh! es muy fácil, o cuando menos para explicarlo -dijo en tono de burla-, por ejemplo, lo que han aprendido cómodamente en la escuela, dista mucho de ser experiencia en el sentido de praxis humana «Pensemos en el campesino en su trabajo. Por ejemplo, cuando ara, él actúa de acuerdo con experiencias que domina. En estas se ha configurado un determinado saber sobre la complexión del campo, la experiencia de la estructura geológica, de la aptitud del terreno para producir ciertos frutos, su experiencia con el arado, con los animales de tiro, con las condiciones meteorológicas de la región, de estructuras geológicas, de la dureza del acero o las leyes de la resistencia. Sabe si el suelo necesita abono, pero no conoce el mecanismo químico por el cual aquel produce su efecto, y nada digamos de su composición química. Su saber va más lejos que sus conocimientos, porque él tiene experiencia». Sin embargo, ese saber enseñado y transmitido a otro individuo, es antitéco a lo experimentado por cada uno mismo. La experiencia, deben entender, es siempre hecha por el propio individuo, donde éste participa directamente y sólo cuando se lo apropia con el pensamiento y extrae de ella una enseñanza para su vida, eso se convierte en una experiencia que cada uno puede reivindicar por sí mismo y nadie por el otro. Pero, para responder a tu preocupación, recuerda, una opinión es una opinión no un consejo, yo no acostumbro dar consejos, piensa por tu propia cuenta y riesgo y no olvides que aprender por aprender no desemboca en nada.
-Disculpa mi conjetura Ardillita, pero mme parece que has llegado a una conclusión bastante egoísta y subversiva.
La Ardillita sosteniéndose firmemente con sus dos patitas, se cagaba de la risa por mi supuesta conjetura; se limpió con sus dos manitas las lágrimas que le brotaron por el risoteo y luego prosiguió con una voz cuasi solemne.
-¡Uf! -musitó- ¡vaya! ¡vaya!, sin quererr hemos llegado al punto exacto de lo que podíamos llamar una ética egoísta donde no se puede hacer nada por el otro, puesto que en la medida en que cada uno puede juzgar la intensidad de su deseo, cada uno también, tiene que reivindicarlo. ¿Comprendiste esta estrecha relación con lo que dijimos al principio respecto a la experiencia? -Preguntó bastante seria como reclamando mayor atención a su elocuente discurso-.
-Sí, ¿pero que pretendes Ardillita, ademmás del supuesto interés de saber por qué estaba yo tan pensativo? -¡Conocerte Atonaltzin! conocerte, pero conocerte. -Respondió muy sonriente y agregó-. No soy de las que se conforman con conocer a alguien superficialmente como lo hace la mayoría de ustedes; yo no puedo asegurar tan fácilmente que alguien sea bueno por simple intuición ni por el hecho de que me regale flores; ése ha sido siempre mi defecto, eso ha alimentado siempre mi duda, por lo tanto, te adelanto mis disculpas si me comporto poco respetuosa y muy preguntona..., pero créeme, mi único fin es el conocimiento del hombre.
-¡Uúh! -exclamé-.
-¿Qué significa eso? -Preguntó bastante sorprendida-.
-¡Ah!, que has emprendido una empresa muuy difícil,-contesté-.
-¡Aha! yo no lo veo tanto..., pero en fiin, creo tener muy bien medidos mis riesgos, además -añadió-, el hombre me parece ser un animal muy divertido por la supremacía de inteligencia que se adjudica él mismo.
-¿Con base en qué puedes asegurar que pooder conocer al hombre no puede ser tan difícil? -le pregunté-.
-Sin pretender rayar en la simpleza, creeo que es muy sencillo Atonaltzin, sólo basta con no confundir la simulación con la realidad como suele sucederle a ustedes. Pero espera, aún no deduzcas nada; por ejemplo, para nosotros, la conciencia de nuestra finitud es la que en cierta forma da sentido a nuestras vidas y sólo es regulada por la armonía con la naturaleza; en cambio ustedes, a pesar de su soberbia racional, paradójicamente, siguen sometiéndose a todo, destruyen todo, contaminan todo, envenenan todo, y con el tiempo se les revierte todo, pero continúan considerándose los animales más evolucionados y dueños del planeta, al mismo tiempo que viven esperanzados que un absurdo realismo mágico los libere de su perplejidad y retraso social, cuando deberían ya entender que sólo una organización ciudadana autogestiva consciente de la producción social, en la que se produzca y se distribuya de acuerdo a sus necesidades esenciales y radicales podrá diferenciarlos, del resto del mundo animal.
-¡Bah!, tus afirmaciones me hacen imaginnar que por lo visto, has convivido mucho con el hombre, ¿verdad?-¡No que va!, afortunadamente no, afortunadamente no ha sido necesario. Además, no creo ser capaz de poder convivir con un animal así tan belicista, y salvaje.
-¿Cómo me explico entonces que tengas toodos esos conocimientos con respecto a él?-Gracias a la inducción Atonaltzin, aunque me temo que ésta aseveración pueda incomodar a muchos místicos de las ciencias sociales que gustan usar supuestos como finalidad, yo, Hypotheses non fingo (no fabrico ninguna clase de hipótesis) -dijo chascando los dedos al momento de aludir a la famosa frase de Newton, por la que le valió el calificativo del «asno de la inducción...» por parte de Engels- creo entender su terca realidad por la ironía del conocimiento con respecto a uno mismo, y porque también la ironía desmitifica al buscar establecer un nuevo nivel de comprensión de las cosas, aunque en tu caso, esto debe ser más cierto, puesto que si bien «el hombre no es la medida de todas las cosas, la ironía sí es la medida de todos los hombres o, cuando menos, de su sensatez». En mi caso no, sólo es por el conocimiento como diversión, pero no con el fin de autoburlarme sin saberlo.
-¿Podrías ser más explícita dado que no me queda muy claro el sentido de tu diversión? -demandé sin poder ocultar mi confusión y vergüenza-.
-Sí, mira, si mi explicación te pareció un tanto confusa, mi intención de autocrítica si creo que fue muy clara. El que no sabe reírse de sí mismo y sólo es capaz de reírse de los demás, jamás podrá experimentar los enormes beneficios de la ironía. ¿Te queda claro ahora, el grado de mi honestidad?-Ciertamente el grado de tu honestidad no, pero puedo aseverar que el alcance y beneficio de tu explicación sí, y por lo tanto te agradezco que revivas en mí esa sana práctica de la autocrítica, además de enseñarme a reír con ironía.
La Ardillita ladeó su cabecita y después de apoyarla con su manita derecha, sentí que sus dos ojitos se clavaban en los míos como tratando de llegar hasta mi pensamiento, después de un largo silencio, profirió.
-¡No! ¡no! ¡no! -como en tono de disculppas y agregó-, no tomes este silencio como una bufonada científica, simplemente estaba reorganizando mis ideas como ejercicio de rutina.
-Entiendo -le dije sorprendido-, eres orrdenada, luego eres inteligente y eres inteligente porque eres ordenada; pero dime, ¿todas ustedes tienen esa cualidad? -Por supuesto, recuerda que, si la ciencia misma está sometida a la evolución les guste o no, nosotros con más razón, aunque esto tal vez muchos de ustedes nunca lo entiendan como tampoco han entendido la dialéctica de la sustancia y de la forma. En nosotros -dijo, señalando con sus dos manitas su alrededor- eso es natural y nuestra misma naturaleza nos ha eximido de la falsa argumentación del darwinismo social. -¡Vaya!, eso si que es una ventaja, pero, aun cuando todas sean igualmente inteligentes por efecto evolutivo, tú en particular me pareces muy enigmática y además simpática, -le dije-.
Después de una espontánea risotada, la Ardillita repitió un par de veces.
-Gracias, gracias por el atributo, pero quiero decirte que no soy muy afecta a las etiquetas, a las denominaciones y menos a los halagos; cierto es que me interesa conocer la naturaleza del hombre, la naturaleza humana en general como autocreación histórica de ustedes mismos y como especie que no ha logrado superar el estadio del Homo faber por estar demasiado ocupados como Homo mercantilis y si siguen chupándose el dedo, lo mas probable es de que no alcancen el estadio del Homo sapiens y por consiguiente, no van a evolucionar ni aprenderán a pensar.
Me quedé helado y mudo por la intensidad de los golpes, pero la Ardillita, no conforme con eso, continuaba rematándome con su incisiva mirada. Al recuperarme un poco, solo balbuceé una tonta exclamación.
-Por lo visto gustas imponerte tareas baastante difíciles...¡eh!-Yo no lo veo tan difícil, diría más bien divertidas e indispensables para forzar a evolucionar mi entendimiento hasta llegar a la esencia del hombre, que para empezar, ya tengo la certeza que es el mismo conocimiento. Pero, disculpa que en esta ocasión no tenga tiempo para profundizar al respecto ya que hoy sólo salí con la firme intención de realizar mis aerobics de rutina, pero como ves -dijo sonriendo, al mismo tiempo que se contorneaba muy sexi-, ya me estoy pareciendo a los hombres, pura vanidad, puras buenas intenciones, mejor ¿qué te parece?, nos vemos mañana a esta misma hora para continuar con estas divertidas cuestiones ontológicas que hoy simplemente me estuvieron rondando desordenadamente como murciélagos en la cabeza.
-¡De acuerdo Ardillita! Aunque te advierrto, no soy muy hábil para atrapar murciélagos, si acaso podré ayudarte será en desenmascarar zopilotes que regularmente andan arrastrándose en el espacio simulando ser águilas.
-¡Bah..., que irónico, eh! -Retrucó la Ardillita y se quedó extrañamente callada-.
Aprovechando éste silencio, me levanté e inmediatamente me despedí para evitar más preguntas incómodas.
-¡Hasta pronto Ardillita!-¡Hasta luego Atonaltzin*!
*Penúltimo rey mixteco y señor de Coaixtlahuacan.